Vaya otro visitante...!!

Los dibujantes cuelgan sus creaciones en sus paredes, los cantantes pueden ir cantando de aqui para allá sus pegadizas creaciones.
Pues bien, yo cuelgo aqui mis primeros relatos y algunos de mis fotografías favoritas para que los puedas ver, comentar y puntuar.
Saludos y ya sabes, si te has molestado en verlo, molestate en comentarlo y/o puntuarlo, prometo contestar ;)


domingo, 29 de noviembre de 2009

Una Noche Diferente

Escrito por: Sutil

En muchas ocasiones había pensado en ponerme frente a mi ordenador y escribir sobre algún que otro sueño inquietante o sobre relatos fantásticos que emergen de mi fantasiosa cabeza. Pero con la misma fuerza que aparecían, esos pensamientos se difuminaba en un duro y espinoso miedo al fracaso al ponerme frente a mi portátil. Pero esta noche es distinta, esta noche no voy a relatar ningún sueño difuso en mi memoria, ni voy a describir mundos fantásticos que solo existen en mi cerebro, no, esta noche voy a describir los acontecimientos que dos amigos y yo vivimos en nuestras jóvenes carnes una calida noche de verano.

Mis amigos y yo, siempre hemos sido diferentes en muchos aspectos a los niños de nuestra edad, tanto en comportamiento como en pensamiento. No éramos niños que nos divirtiera ir todos los domingos a jugar al fútbol o salir de noche a “cazar” niñas en las discotecas, no, nosotros preferíamos quedar para jugar a cazar vampiros, trolls u orcos. Me estoy refiriendo a jugar al rol, ese incomprendido juego, pero no por ello menos atractivo, donde por unas horas puedes ser lo que más te apetezca ser, desde un tierno Hobbit, a un temido vampiro, el único limite era la imaginación… y así, noche tras noche y día tras día, mi grupo de amigos y yo regábamos nuestras fantasías. Posiblemente esas mismas quimeras que nos divertían a diario, propiciaron y agravaron la situación que se produjo aquella noche, una de las pocas noches en la cual, no jugábamos al rol.

Era verano y como todos los días habíamos quedado en casa de Mariano para jugar al rol. Como siempre, después de comer, solía subir andando la cuesta que me separaba de la casa de mis amigos y ese día no era una excepción. Con paso vacilante llegue a casa de mis amigos Jose y Alberto, los cuales eran hermanos, y por educación o genética o mas probablemente una combinación de ambas, eran muy parecidos en muchos aspectos. Ambos estaban esperándome en las escaleras de su casa con gesto serio. Solo con verles aquella mueca y al echar en falta a mi otro compañero de juegos, Antonio, al cual como con todos sus otros hermanos, se le aplicaba el diminutivo de su nombre, “Antoñito”; entendí que ese día no jugaríamos al rol.
Antoñito nos había fallado y con ello nos condenaba a una serie de discusiones sobre como emplear aquella peculiar tarde y las cuales desembocarían en la aplastante conclusión de que ya nada se podía hacer debido a que la habíamos pasado deliberando… Así fue, cuando me acerque a ellos me contaron que Antoñito no estaba en casa y que presumiblemente no vendría en toda la tarde, por lo que sin mediar palabra, llamamos a Mariano para que conociera la fatal noticia y bajara para ver que podíamos hacer y así no perder la tarde entera.
Pocos minutos después de colgar, Mariano se presentó en casa de Jose y Alberto y así comenzó una discusión maratoniana sobre como pasar la tarde mientras veíamos la televisión.
Sin darnos cuenta, habíamos pasado todo el día discutiendo y ya había anochecido, cuando de repente tomamos una decisión, buscaríamos y utilizaríamos unas maderas que estaban esparcidas por toda la calle para mejorar nuestra cabaña en el árbol y así, al menos, no estaríamos todo el día encerrados entre cuatro paredes. Esa fue una idea que nos entusiasmo a todos, menos a Jose, a él le pareció una idea absurda y decidió no acompañarnos.
Diligentes, Mariano, Alberto y yo, nos dirigimos al punto donde sabíamos que había materiales que podían servir y rápidamente los recogimos y nos dirigimos a la entrada del bosque en el cual estaba situada nuestra “guarida”. Conforme nos acercábamos a los límites del bosque, este nos parecía más oscuro y macabro y las alargadas sombras de los árboles proyectadas por las antiguas y casi destrozadas farolas, nos parecían casi sinuosas sonrisas que en aquella noche se reían de nosotros. Cuando llegamos a los primeros árboles, una idea pasó por mi mente, nunca antes habíamos entrado en aquel monte de noche y en ese momento un escalofrió recorrió mi espalda cuando vi lo oscuro y frondoso que parecía con aquella tenue luz, pero mi orgullo y la fuerte disposición de mis amigos a entrar, refrenaron mis impulsos por detenerme y fui tras ellos.
“Estamos dentro del bosque”, “ya hemos entrado”, “no hay marcha atrás…” estos fueron mis pensamientos cuando tan solo cinco minutos habían pasado desde que dejáramos atrás las deterioradas farolas. Mi miedo se fue acentuando, cuando la ligera brisa mecía las copas de los viejos pinos que sobre mí, se rozaban produciendo un ligero ruido y mi corazón se aceleraba por momentos, dejándome oír su fuerte palpitar.
De repente, el monte que en días de aburrimiento me había parecido la cosa mas divertida de mi pequeño mundo, se había convertido en una pesadilla, las cuestas por donde nos deslizábamos de día, parecían escarpadas montañas a los ojos de la luna, los pinos, entre los que jugar, parecían fieros guardianes entre sus alargadas sombras…
De repente, algo sucedió, algo se había movido frente a nosotros y solo yo parecía haberme percatado. Un millón de preguntas bombardearon mi mente, aquello que mis jóvenes ojos veían, ¿era tal vez una caprichosa forma de las sombras de los numerosos árboles?, o tal vez, ¿mi cabeza me gastaba una “broma” para hacer frente a la falta de luz?. No podía ser cierto lo que ante mi se presentaba y con voz titubeante informé a mis amigos para confirmar que estaba equivocado y que era mi mente la creadora de aquella casi imperceptible figura. Pero cual fue mi sorpresa cuando ambos se quedaron petrificados, al igual que lo estaba yo, cuando lograron ver aquella inexplicable y nebulosa “criatura” que parecía estar en el suelo y no medir mas de unos treinta centímetros de alto. Nos frotamos los ojos para ver si desaparecía aquella aberración de nuestra vista, pero no, allí estaba plantada, desafiante ante nosotros aquella silueta amorfa de color pálido y textura difusa.
Pasaron unos minutos que parecieron horas, en las que ninguno de nosotros podíamos y tal vez no queríamos emitir ninguna palabra, pero poco a poco conseguimos desentumecer nuestros cuerpos y sacudirnos el miedo, para al menos comprobar que era aquello, ya que parecía no moverse y razonablemente podría ser una bolsa. Alberto, lanzó una de las maderas que llevaba en las manos sobre aquella cosa, pero la madera que de manera valiente fue lanzada, la atravesó como si no estuviera allí y no solo eso, sino que tan solo hizo que se moviera, colocándose tras un árbol y de manera casi expectante observarnos tras él.
Eso fue la gota que colmó el vaso y una inyección de adrenalina se disparó en nuestros corazones y dejando caer todas las maderas que llevábamos con nosotros, nos dimos media vuelta para correr monte abajo. Lo que antes eran sitios difíciles de atravesar y pequeños desfiladeros, en ese momento excitados por el miedo y la adrenalina que corría por nuestras venas, se convirtieron en pequeños obstáculos que atravesábamos sin dificultad alguna, mientras en mi cabeza solo una respuesta lógica emergía de entre miles disparatadas:
-“Debe de tratarse del perro de Antoñito, que ha vuelto a escaparse, debe ser eso, no hay otra explicación…”
Solo nos costó en desandar, lo anteriormente caminado en varias decenas de minutos, unos pocos segundos, y con desencajado rostro nos precipitamos fuera del bosque. No contentos con estar fuera, seguimos corriendo hasta llegar a una plaza donde mi espanto solo fue comparable al horror vivido tan solo unos minutos antes, cuando vi, que mi amigo Antoñito bajaba del coche de sus padres y entre sus brazos traía consigo a su perro.

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